Domingo, 23 de Octubre a las 18:30 hs.

CINE EN SUPER 8

(El tiempo en sus manos)

Basada en la novela La máquina del tiempo, de H.G. Wells, El tiempo en sus manos (The Time Machine, 1960) anticipa un inquietante futuro en el que nuestra desmoronada sociedad se divide en dos castas irreconciliables.

A la hora de pintar este paisaje, George Pal, productor y director de esta soberbia película, opta por deslumbrar al espectador, sustituyendo toda crudeza por los brillos de la aventura en Technicolor, con el aliciente de unos magníficos efectos especiales.

Así, mitigando la sordidez que sugiere el porvenir propuesto, Pal consigue una divertida aventura temporal con un guión sólido, bien resuelto, que se abre cuando, durante una reunión en la Nochevieja de 1899, el viajero del tiempo (encarnado impecablemente por Rod Taylor) realiza ante sus amigos una demostración experimental de su descubrimiento: una máquina capaz de trasladarse a través de los siglos.

Durante su prodigioso periplo, el viajero se detiene en 1914 y 1941, hallando un mundo sumido en terribles guerras. En 1966 un conflicto nuclear significa el fin de la vieja civilización.

Ya en el año 802.701, el viajero conoce a los Eloi, una pacífica raza de humanos que vive en la superficie, huyendo de los espantosos Morlocks del subsuelo, que suponen su mayor amenaza.

Los decorados de El tiempo en sus manos recuerdan la plástica de las ilustraciones de Virgil Finlay, elegantes a la par que sugerentes –recuerden a la espléndida Yvette Mimieux, retozando entre manantiales y plantas tropicales–. A decir verdad, todo en esta película respira el espíritu de George Pal, hombre fascinado por lo maravilloso con mayúsculas, primera encarnación de un tipo de cineasta que décadas más tarde encarnarían Lucas o Spielberg.

La magia de George Pal

Nacido en Cegled (Hungría) en 1908, George Pal se matriculó muy joven en la Academia de Artes de Budapest para estudiar la que entonces era su vocación, la arquitectura.

Al terminar la carrera, su espíritu viajero le condujo a Alemania, donde fue contratado en 1922 por los responsables del departamento de caricaturas de la UFA. Pasados diez años, se trasladó a Praga, y posteriormente a París, donde llegó a abrir unos estudios, y luego a Holanda, cruzando finalmente el océano en 1939 para trabajar al servicio de la Paramount.

Para esta compañía realizó 42 Puppetoons, o películas de animación realizadas con muñecos de madera.