Han pasado casi cuarenta años desde su estreno, tuvo cinco secuelas y un par de remakes, hay videos XXX que invocan a Satanás con una intención más trangresora y sin embargo El diablo y la señorita Jones sigue siendo una obra inclasificable dentro del vasto mundo de la pornografía. El despertar sexual de una recatada mujer es uno de los argumentos más trillados en el cine para adultos pero Devil in Miss Jones se distingue de los demás por mantener un tono semejante al de Café Flesh, una de las pocas películas pornográficas que busca repeler más que excitar al espectador. El catolicismo de su director Gerard Damiano sin duda tuvo mucho que ver con esto, aunque las aportaciones de Georgina Spelvin y Alden Shuman no son nada despreciables.
Devil in Miss Jones dura apenas 66 minutos y los primeros quince son insólitos por varias razones. La primera es la ausencia de sexo explícito, con excepción de unos fugaces acercamientos a la vulva de la actriz principal.
Georgina Spelvin ha contado en varias ocasiones cómo a principios de los setenta había aceptado participar en algunas películas pornográficas, softcore y hardcore, debido a su apremiante situación económica. Por Harry Reems se enteró que Gerard Damiano iba a rodar Devil in Miss Jones y éste le ofreció trabajo detrás de cámaras, como cocinera. Poco después le pidieron que le diera la réplica a los actores, por ser ella la única mujer que había en ese momento en el set, y como Spelvin había trabajado en Broadway lo hizo con tal naturalidad que al enfermar la actriz prevista para el papel principal, que en el libreto original era una chica de 19 años, Damiano decidió reescribirlo para convertir a Justine Jones en una solterona. Georgina Spelvin tenía entonces 36 años y estaba lejos del estereotipo de actriz porno. La chica que había sido contratada para el protagónico, por el contrario, tenía 22 años y contaba con las protuberancias indispensables. En realidad fue una suerte que Georgina Spelvin sustituyera a la otra actriz, sobre todo para esos primeros quince minutos que apartan a Devil in Miss Jones del resto del cine porno.
La transformación de Justine Jones, de solterona reprimida a vampiresa insaciable, probablemente sería menos creíble si el personaje lo interpretara la típica estrella porno. Era mucho más fácil aceptar a Georgina Spelvin como una doncella que al fin descubre el erotismo. Más allá de su aspecto físico, la clave para el funcionamiento de El diablo y la señorita Jones es la capacidad interpretativa de su actriz principal, ya que el objetivo de la película es indagar en el placer femenino, algo anómalo en el cine porno. En las cintas de sexo explícito lo usual es que las mujeres estimulen al espectador, que los productores suponen será siempre masculino, dejando a un lado su propio placer, de ahí lo mecanizado de las poses y las expresiones de tantas actrices. En la película de Gerard Damiano vemos cómo Justine Jones explora el goce erótico en su propio beneficio, con Georgina Spelvin dándole instrucciones a los hombres que la están penetrando, y es a fin de cuentas esta cualidad lo que impide que Devil in Miss Jones sea sólo un chiste.